Alejandro Morduchowicz y Vicente García Moreno
La pandemia causada por el Covid-19 no solo ha expuesto la debilidad de los sistemas de salud alrededor del mundo, también la de los sistemas educativos. Antes del Covid-19, los sistemas educativos en países en desarrollo ya enfrentaban brechas de aprendizaje importantes y de igual forma en la distribución de recursos educativos entre su población. De acuerdo con el Banco Mundial (2018), el 53% de las niñas y niños de países de ingreso bajo y medio no pueden leer y comprender un texto al finalizar la educación primaria. La pobreza del aprendizaje es mucho más severa en países de ingreso bajo, con una tasa de 90%.
En la historia reciente de los sistemas de educación se encuentran episodios en los que la población en edad escolar tuvo que detener la rutina educativa por terremotos, guerras, nevadas, huracanes, etc. Por ello se dispone de algunos antecedentes, aunque no de la magnitud actual (Marcotte & Hemelt, 2018; Goodman, 2014; Psacharopoulos et al., 2020).
La literatura de los eventos que detuvieron la educación formal sobre el impacto en el aprendizaje es clara: al dejar de ir a la escuela, se pierde no solo la continuidad del aprendizaje en ese momento, sino también la posibilidad de adquirir el conocimiento programado para el ciclo escolar (Jaume & Willen, 2019). Por otro lado, las transiciones escolares —irrupciones estructurales del sistema educativo— de un ciclo escolar a otro también marcan discontinuidades en el aprendizaje entre estudiantes, y también tiene un impacto.
México no es la excepción: el Covid-19 ha mostrado las grandes debilidades del sistema educativo. Primero, el rezago en el aprendizaje ya era significativo en comparación con otros países. Además, hay una gran desigualdad educativa al interior del país.
Las estrategias educativas para mitigar el aprendizaje con base en la tecnología fueron diseñadas en un ecosistema educativo (educación básica) donde no se utilizaba la tecnología – ni en la escuela ni en la casa – y los padres de familia no estaban capacitados para apoyar a sus hijos. Ante el cierre de escuelas durante el ciclo escolar 2019-2020 y la educación a través a distancia, de Hoyos (2020) demuestra que 81 % de la población en edad de ir a la escuela se encuentra en riesgo medio alto y alto de no aprender por las características de recursos educativos en su hogar.
La discontinuidad de la escolarización presencial, además de traer efectos presentes y futuros en términos educativos y sociales propiamente dichos, impactará en la economía en su conjunto.
¿Cuál será el efecto económico del cierre de escuelas en los estudiantes en México en el mediano y largo plazo?
Para entender la dimensión del problema en términos salariales y económicos, en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se estimaron varios escenarios del efecto económico de la pérdida del aprendizaje por el cierre de escuelas:
México asignó aproximadamente el 3.3% de su PIB a la educación en 2019. Como se ve, las pérdidas de clases tendrán un costo mayor que un año de inversión en educación.
La desagregación por estado refleja la heterogeneidad del país: la pérdida en el PIB será desde un piso de 1.8% hasta el 6 %. Estas diferencias se dan por el nivel salarial, el mercado laboral y el nivel de escolaridad de la población. Los tres estados más impactados por la pérdida del ingreso salarial a lo largo de la vida a raíz del cierre de las escuelas por COVID-19 son Guerrero, Baja California y Yucatán, mientras que las entidades que verán menor pérdida son Morelos, Tlaxcala y Puebla. En general, los estados con menor pérdida salarial de sus estudiantes (menos del 3%) son aquellos con menor retorno a la inversión en educación y con escolaridad por debajo del promedio nacional, pues sus ingresos ya eran más bajos antes de la pandemia.
Como se sabe, la crisis sanitaria reforzará el rezago educativo de la población más marginada. Esto comprometerá al país por una doble vía: a) la individual, en lo que se refiere a su inserción social y laboral y, b) la agregada, la que repercutirá en su economía.
Hasta ahora, se han adoptado medidas que intentan mantener cierta continuidad pedagógica; sin embargo, a la luz de los escenarios planteados eso será insuficiente. Se debería comenzar a reflexionar las acciones que permitan atemperar el impacto eventual sobre el futuro de la población escolar actual; entre ellas, modalidades híbridas (clases presenciales y remotas), la apertura de las escuelas en localidades o áreas con bajos o nulos índices de contagios, así como mayor seguimiento de estudiantes y acercamiento a quienes no han podido mantener ningún tipo de vínculo con el sistema educativo en estos meses.
Banco Mundial, (2018). “World Development Report 2018: Learning to Realize Education’s Promise”, The World Bank, disponible en:www.worldbank.org/en/publication/wdr2018
Marcotte, Dave y Hemelt, Steven (2007). “Unscheduled School Closings and Student Performance. Education Finance and Policy”, IZA DP No. 2923 disponible en: ftp.iza.org/dp2923.pdf
Jaume, David & Willén, Alexander (2017). “The Long-Run Effects of Teacher Strikes: Evidence from Argentina”, disponible en: www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/703134
Psacharopoulos, George, Collis, Victoria, Patrinos, Harry Anthony & Vegas, Emiliana, 2020. “Lost Wages : The COVID-19 Cost of School Closures”, Policy Research Working Paper 9246, disponible en: openknowledge.worldbank.org/handle/10986/34387
De Hoyos, Rafael, (2020). “Mitigando el impacto del COVID-19 sobre los aprendizajes”, Xaber nota de política No. 1, disponible en: www.xaber.org.mx/db_assets/Xaber_NP1_COVID_FINAL.pdf
Goodman, Joshua (2014). “Flaking Out: Student Absences and Snow Days as Disruptions of Instructional Time”, NBER Working Papers 20221, disponible en: www.nber.org/papers/w20221
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